miércoles, 1 de agosto de 2007

La boira. Parte 1

Bueno, como tengo algunos pequeños relatos escritos he pensado en ir colgándolos aquí para que todo el mundo mundial pueda disfrutar de ellos y vapulearme por escribir esa basura, animarme a abandonar, rogarme que siga por que soy un puto genio o, lo que sería lo más normal, pasar olímpicamente de ellos.

Este es el primero que escribí y está inspirado en la casa del pueblo y la comarca de Monegros. Algunos de los personajes son totalmente ficticios, otros están inspirados en gente del pueblo, así que espero que no lo lean xDD, y otros directamente son de mi familia jajaja

Lo voy a colgar en dos o tres partes porque este es largo para colgarlo de una tacada.

LA BOIRA

(por alcorze)


Las intensas nieblas permanecían sobre la comarca del Pueyo desde hacía más de tres semanas. Ni un mísero rayo de sol había venido a aliviar el frío húmedo y gris que todo lo envolvía. Las estrechas y tortuosas carreteras permanecían prácticamente desiertas ya que nadie se atrevía a circular entre la densa boira.
En el pequeño pueblo de Lobera enclavado al pie de la Serreta Roja las jornadas transcurrían muy lentamente, las bajas temperaturas retraían la actividad humana y todo el mundo procuraba salir lo menos posible de sus hogares. Sólo los más animados de sus casi trescientos habitantes se atrevían a subir las escaleras que llevaban al pequeño bar del pueblo para tomar un carajillo y echar una partida a las cartas o ver algún partido de fútbol.

Raúl Barrio, el herrero del pueblo, una persona solitaria, de aspecto imponente, con gran fortaleza física y un aire rudo y un tanto despistado se encontraba en su taller golpeando con fuerza unas barras de hierro. En sus ojos brillaba el rojo resplandor del fuego. Se trataba de un encargo especial de las hermanas del cercano Monasterio de la Virgen Negra. Le resultó extraño que le llamaran para realizar aquel pedido tan insólito, ya que son monjas de clausura y casi no se relacionan con nadie puertas afuera del vetusto y siniestro Monasterio, y que insistieran tanto en que fuera muy discreto al respecto. Pero el mucho dinero que le ofrecieron no tardó en convencerle de aceptar aquel trabajo. Todavía recordaba la entrevista que tuvo con la Hermana Edelmira, de la que sólo entreveía la silueta tras una verja. Su voz, con un cierto acento francés y de una edad indeterminada, suave y grave al mismo tiempo le provocó escalofríos que no evitaron que tomara nota de las detalladas instrucciones que le proporcionaron. Mientras trabajaba el hierro pensaba para qué podían querer aquella extraña estructura, una especie de dama de hierro pero con forma de jaula, no sabía que, para su desgracia, no tardaría en averiguarlo.
Las vírgenes negras como algunos las llaman por esa zona habitan en el Monasterio desde hace más años de los que ninguno de los ancianos de la comarca pueda recordar. Nadie sabe muy bien cuando llegaron, lo que sí todos conocen, aunque nunca se atrevan a hablar entre ellos, es que, en esa antigua fortaleza musulmana convertida posteriormente en recinto religioso nadie se atreve a poner los pies durante…"la Boira".
La época de la boira, que es como llaman en esta zona a las intensas nieblas, se extiende más o menos desde la Noche de Animas en Noviembre hasta las fiestas de San Sebastián a finales de enero. Durante esas semanas tan apenas se ve el sol y las temperaturas permanecen estancadas entre los cuatro o cinco grados bajo cero y los uno o dos positivos. Los animales, las plantas y las personas se sumen en una especie de hibernación o letargo que parece detener el paso del tiempo. Sólo roto por acontecimientos, generalmente violentos, provocados por esa especie de luna llena permanente que afecta a las personas durante la boira.
Los lugareños cuentan que siempre han pasado cosas extrañas durante esa época, ovejas que aparecen muertas, amontonadas al fondo de las parideras donde duermen, devoradas algunas, asfixiadas otras y con aspecto de haber muerto de terror la mayoría de ellas. Hace años que mataron al último lobo de la comarca, antaño tan numerosos, por lo que nunca han encontrado una explicación razonable.
En alguna ocasión ha aparecido muerto algún pastor o algún peregrino solitario que transitaba el Camino de Santiago que transcurre por esa zona proveniente de Barcelona. Casi siempre ha sido en las cercanías del Monasterio y en todas las ocasiones durante la oscura temporada de la boira. Corren siniestras leyendas acerca de apariciones de criaturas extrañas a las que nadie se atreve a dar mucho crédito.

Caprasio, el alguacil, se dirigía hacia los campos situados al oeste del pueblo. Caminaba, pese a sus años, deprisa, adentrándose en la lechosa bruma que se cerraba a su paso, con la cabeza agachada por el frío y pensando para sí en que maldita la gracia le hacía que el alcalde, José Navarro, uno de los caciques de la zona, le hubiera enviado a echar un vistazo a la Ermita del Calvario que había a tres kilómetros del pueblo. Algunos campesinos habían dicho que habían visto a alguien merodeando por allí.
Un murmullo bajo, como una letanía, que se oía entre la boira le asustó, obligándole a levantar la cabeza y mirar al frente viendo tres o cuatro sombras que se acercaban hacia él. Se tranquilizó un poco cuando reconoció la forma picuda del hábito de las Hermanas Negras. Fue lo último que vio.
Cuando salieron en su busca, extrañados por su ausencia, lo encontraron en mitad del camino con su cuerpo mordido, destrozado. La cabeza, pese a buscarla entre los campos de maíz y alfalfa cercanos no lograron encontrarla.
La Guardia Civil creyó que se podía tratar de la obra de algún vagabundo, aunque el no encontrar la cabeza no daba mucha validez a la teoría.
José Navarro, el alcalde, decidió convocar una asamblea de todos los vecinos del pueblo para ver qué podían hacer. Rápidamente desembocó en una caza de brujas de responsables del crimen.
Manuel Navarro, primo del alcalde, fue uno de los que más gritó aquella noche.
- ¡¡¡Esto ha tenido que ser cosa de alguien de fuera del pueblo!!!
Alfonso, un jubilado, cazador y alcohólico, agitaba su rifle Mosin Nagan de fabricación rusa por encima de su cabeza clamando venganza…
- ¡¡¡Seguro que han sido esos tíos raros, esos hipis guarros de la capital!!! ¡¡¡Hay que ir a por ellos!!!
Algunas personas, las menos, intentaron pedir calma pero nadie quiso escuchar esa noche.

To be continued

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me gusta, Al!!

Espero nuevas entregas pronto. ;)